sábado, 9 de junio de 2012
16:53 | Publicado por
María José Tafur Bonnells |
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Salió la nena de la tina llorando porque su hermano le dijo que ella era una niña diferente. En la adultez esto puede ser un piropo pero a los cuatro años es una tragedia.
-el dice que me falta algo. Lloraba sin parar.
-No te falta nada mi amor, eres diferente a tu hermano, porque eres una niña. Dijo su mamá.
Estas palabras causaron gran impacto en mi, sobretodo porque no me había dado cuenta de las ventajas de esa diferencia y aunque tengo mis dudas acerca de la perfección de los diseños divinos y paso gran parte del tiempo destinado a mis rezos en discusiones unilaterales con Dios, acepto clara y profundamente que el cuerpo de la mujer es el mejor diseño y el mejor horno para cocinar nuevas vidas.
Pero hay que empezar por el principio, por la voz fina de las niñas que logra taladrar cualquier tímpano y producir resultados efectivos en cuestión de minutos. A las niñas hay que darles gusto y no hacerlas gritar por el bien de todos.
Ser niña es sinónimo de ser la princesa de la casa, y esto también lleva implícito que papá sucumba ante cualquier petición. Aunque la parte que más me interesa no es la niñez, es el instante en que la mujer se da cuenta que su poder no desaparece, que el seducir y desviar son parte de su naturaleza, y no un acto proveniente de un razonamiento lógico. Ahí es donde se come el mundo, donde sus caderas se manean al son del paso, donde sus pechos cobran sentido y donde lo incomprensible se vuelve fascinante.
Ayer alguien me dijo que el hombre de verdad es el que sabe trabajar a la mujer, el que la cuida como a una planta, el que celebra su crecimiento, el que la alimenta de cuidados, elogios y admiración. Y me dijo también que si el hombre hiciera caso habría menos lesbianas robándose las mujeres.
Yo no se si esto es cierto o no, solo se que no orinamos paradas en los árboles, y que tenemos más cuidado al salir de noche. Que ser niña/mujer, es complejo, que el maquillaje tiene su encanto, que no son chéveres las toallas higiénicas, que trotar sería mejor si eres menos de 36 D, que nos tocamos el pelo cuando coqueteamos, que podemos hacer hasta ocho cosas al tiempo, y que podemos parar la vida por un mal de amor.
Pero en mi humilde opinión salida de un cuerpo de mujer, una mujer se trabaja sola cuando reconoce sus lamentos, cuando se mira al espejo, cuando pare un hijo, cuando gime de placer, cuando seduce y desvía los caminos trazados.
¿Qué si me falta algo?, claro que me falta, me falta la fuerza física para cargar el ataúd de un amigo, me faltan los pasos largos para estar al otro lado cuando quiero huir, me falta una voz fuerte y ronca para gritar a los cuatro vientos que soy feliz de ser mujer.
-el dice que me falta algo. Lloraba sin parar.
-No te falta nada mi amor, eres diferente a tu hermano, porque eres una niña. Dijo su mamá.
Estas palabras causaron gran impacto en mi, sobretodo porque no me había dado cuenta de las ventajas de esa diferencia y aunque tengo mis dudas acerca de la perfección de los diseños divinos y paso gran parte del tiempo destinado a mis rezos en discusiones unilaterales con Dios, acepto clara y profundamente que el cuerpo de la mujer es el mejor diseño y el mejor horno para cocinar nuevas vidas.
Pero hay que empezar por el principio, por la voz fina de las niñas que logra taladrar cualquier tímpano y producir resultados efectivos en cuestión de minutos. A las niñas hay que darles gusto y no hacerlas gritar por el bien de todos.
Ser niña es sinónimo de ser la princesa de la casa, y esto también lleva implícito que papá sucumba ante cualquier petición. Aunque la parte que más me interesa no es la niñez, es el instante en que la mujer se da cuenta que su poder no desaparece, que el seducir y desviar son parte de su naturaleza, y no un acto proveniente de un razonamiento lógico. Ahí es donde se come el mundo, donde sus caderas se manean al son del paso, donde sus pechos cobran sentido y donde lo incomprensible se vuelve fascinante.
Ayer alguien me dijo que el hombre de verdad es el que sabe trabajar a la mujer, el que la cuida como a una planta, el que celebra su crecimiento, el que la alimenta de cuidados, elogios y admiración. Y me dijo también que si el hombre hiciera caso habría menos lesbianas robándose las mujeres.
Yo no se si esto es cierto o no, solo se que no orinamos paradas en los árboles, y que tenemos más cuidado al salir de noche. Que ser niña/mujer, es complejo, que el maquillaje tiene su encanto, que no son chéveres las toallas higiénicas, que trotar sería mejor si eres menos de 36 D, que nos tocamos el pelo cuando coqueteamos, que podemos hacer hasta ocho cosas al tiempo, y que podemos parar la vida por un mal de amor.
Pero en mi humilde opinión salida de un cuerpo de mujer, una mujer se trabaja sola cuando reconoce sus lamentos, cuando se mira al espejo, cuando pare un hijo, cuando gime de placer, cuando seduce y desvía los caminos trazados.
¿Qué si me falta algo?, claro que me falta, me falta la fuerza física para cargar el ataúd de un amigo, me faltan los pasos largos para estar al otro lado cuando quiero huir, me falta una voz fuerte y ronca para gritar a los cuatro vientos que soy feliz de ser mujer.
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