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sábado, 16 de agosto de 2014

No  estás  y me duele el segundero.  No estás aún sabiendo que son mis miedos hablándole a tus miserias.   Yo me vuelvo creyente y suplico y suplico que no soportes sin mí.  Que no hagas caso a mi instinto de conservación.  A tu salvarte de querer.   No estás,  entonces lo soportas.   Todo es igual.  Nosotros y nuestros demonios.
Tal vez nos arrepintamos como pocas veces de quedarnos con ellos y no con nosotros.  Y nos abandonamos. Y me duele.  No estás para otra noche en las habitaciones perdidas,  para dejar besos etílicos en los rincones.  Volverás con superpoderes,  pero conmigo no estás para no correr el riesgo de no irte.
 Y recuerdo que me ha dolido desde siempre que no estés porque no te conocía,   porque no pensé que existieras y porque te vas.  Mañana otra mañana,  la luz, el sol y todo el rosa que se sigue destiñendo con el segundero y sin que lo hayas visto.  Tal vez lo olvides.   Yo lo escribo para que a mí no se me borre, en el día nacional de la esperanza, y lo guardo, y cargo cada letra para acordarme de que me sorprendí queriendo oler estas montañas que traen sufrimiento e injusticias,  queriendo "matarme contigo si te mueres"  Queriendo creer que existe algo que me hará desempacar mis maletas en este país que adolezco,  añorando que tu seas una vez más mi instante feliz.
Y tu soportas y empacas maletas para no quedarte aunque ya pienses en volver cuando no haya remedio.  Cuando tu alma te pase la cuenta de cobro.
Yo quiero que suceda lo inevitable el viernes santo,  como me han dicho que pasa,  y que el destino decida por tí, por mí. No estás y te pienso y no estás y te siento con la intensidad que me siento yo misma.   No logro saber como se vive sin mí. No logro saber como se vive contigo y ahora sin tí. No estás.   Nos dejamos en el umbral,  en el borde entre la noche y el día,  entre el "dame la mano" y el "vete al infierno". Me culpo por no tenernos.   Te culpo por escoger entre tus soledades y yo.  Y me duele el segundero.  Saliste  porque te dejé dormir del lado izquierdo del lecho y del pecho, del lado de la puerta,   del lado melancólico del corazón y ahora no estás.  Y me duele el segundero.

sábado, 23 de marzo de 2013

Soñé mi muerte.
La muerte viene pisándome los talones y el destino se ríe.  Ella suele perseguirme seductora,  distrayendo y maquillada.  Pero reconozco su ironía.
El tipo que salía en los comerciales que durante años pretendían evitar el consumo de droga, murió de una sobredosis grabando uno de ellos. Superman, el hombre capaz de alcanzar alturas inmensurables fue arrastrado al fin de sus días por una caída de un caballo de una altura de metro y medio y las personas con enfermedades graves mueren cruzando una calle o atorados con un spaghetti.  

Sería bueno que la parca llegara estando yo en el Cabo de la Vela. En ese hermoso desierto frente al mar al norte del país. Allá, en la Guajira,  suelo tener las ideas claras, la tranquilidad de un bebé y el corazón libre. Que bailen con borracheras de chirrinchi los contados amigos y los múltiples enemigos mientras me echan al hueco.
¡El muerto al hoyo y el vivo al baile!
Pero pedir eso es como el que pide ganarse la lotería sin comprar el billete. No volví a la Guajira, por lo tanto no existen probabilidades de que la muerte me visite allá.
El destino más bien apunta a que doña oscura, la terrible visitadora que anda acechándome desde hace años, me sorprenda con el pelo enredado, ojerosa y tratando de sacar algunas lineas coherentes entre tanta demencia.

He pensado que en el post mortem es mejor que me cremen y arrojen las cenizas al mar, pero mis amigos no pagarían un tiquete hasta la playa para echar un polvo al aire.

No conozco una idea de una vida tranquila y mi dramatismo se expande también a la imagen que tengo de mi muerte. No la concibo sin drama. Solamente en el imaginario recurrente del Cabo de la Vela.

Podría terminar entonces con la cabeza reventada contra la tina en una de esas inesperadas apariciones de mis miedos. En ese caso espero que quien me encuentre sepa admirar este cuerpo desnudo, con sus curvas,  exponiendo la belleza de los años 30´s. Sería un gran espectáculo pues además lo rodearían mis ideas flotando en un charco de sangre, que espero sea azul. 
martes, 8 de enero de 2013

-Te quiero tanto.  No se que haré contigo -dice Fernando
- No se que haré sin ti- digo yo



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Estaba en casa de Jose junto a mi padre.  Recuerdo a mi viejo decir muy pocas veces la palabra amigo, pero así me lo presentó.  Él era una  persona de baja estatura, pelo crespo, nariz rara y tremendamente grande, tenía el torso desnudo, su cuello lo rodeaba una cadena de oro de la que llevaba colgada una ficha del casino de Montecarlo. 



Eran épocas donde los grandes hablaban, los niños suponían no comprender, por lo tanto era inútil preguntar. De esa forma los mayores ahorraban respuestas y atesoraban palabras de crédito que gastaban día a día en habladurías estúpidas. Este no era el caso de mi padre, esa era una de sus grandes diferencias con el resto. Además de ser un seductor nato,  él tenía la gran habilidad de hablar en broma sin que nadie lo notara, jugaba a ello todas las veces que podía, yo era la única persona que sabía cuando hablaba en serio, no presumo habilidad de eso, solo era un gran observador de sus movimientos,  gracias a ese entrenamiento es que garantizo ser un eximio jugador de poker. 



Por tanto, si la vida es una timba el futuro es aleatorio, bueno, yo creo que es predecible y apuesto a mis aciertos, se bien que cartas voy a recibir.

Jose tenía un vecino comisario que a su vez tenía una hija. Cuando la conocí descubrí para que servía el espejo,  creo que andaba por mis 11 o 12 años. Desde allí arranca mi deleite por la belleza femenina.


FERNANDO
martes, 20 de noviembre de 2012
¡Camilo está muerto! -gritó desgarradamente Adela- y enseguida todos sus niveles de alcohol se le fueron a la panza.   Siempre le rogó que se midiera,  que tomara trago con justa medida como ella,   pero en las fiestas de Pacho Cundinamarca eso no era posible.  Camilo tomaba los nueve días de las fiestas sin parar, así había sido hasta este día en el que había estado bailando con la muerte bajo la luz de la luna y viendo con ella el sol de la madrugada.
Adela en cambio tomaba chicha todos los días en la mañana y en la tarde. Campesina alcohólica no reconocida,  alcohólica por automedicación después de concluir que la matriz  era un animal inquieto responsable del dolor que sufría permanentemente.  El tratamiento entonces para este tipo de molestia era emborracharlo y así evitar que se moviera.
Adela cayó de rodillas llorando y recostó su cabeza en el pecho de Camilo.  Le mojó la camisa con mil gotas mientras emitía un grito desgarrador que despintaba su garganta, un grito que se perdió entre la pólvora y que nadie oyó jamás.

Llegó a su memoria el recuerdo del día de la muerte de su padre, junto a ella.  Lo recordó como si acabara de pasar y aunque Adela apenas tenía 4 años, sentía la pesadez en su memoria y veía de nuevo frente a sus ojos como la muerte le había llegado de manera fulminante mientras ella contaba las naranjas del cultivo con sus pequeñas manos y sus números en desorden.
Acomodando su camisa y limpiando cada una de las lágrimas que había derramado sobre el cuerpo ebrio de su esposo Camilo,  iba tomando la decisión de saltarse el ritual.   No haría reunión alguna,   no gastaría un solo peso en el maquillaje, el perfume y el baile al muerto.  Ya sabía como había que hacer para llevarlo a la fosa común,  entonces retiró los zapatos de Camilo, los metió en la mochila junto a su chicha y empezó a arrastrar el cadáver  recordando claramente como lo había hecho algún día su madre.
Y es que eso de andar gastando plata en comida para todo turista del funeral era desmedido y si había chicha extra, sería para emborrachase su matriz.

Subió a Camilo en el brioso corcel en el que él mostraba sus habilidades en las cabalgatas cada año y ella se encaramó después, agarrándose firmemente del animal con sus piernas cascorbas de haberse parado biche; no podía encajar mejor.
Recorrió largas distancias ese caballo al trote con un su jinete heladamente escurrido y una esposa resuelta, abrumada.   Recorrió hasta donde sus patas aguantaron,  cayendo al piso agotado.
Después le tocó a Adela arrastrar el cuerpo sin vida de su marido por entre el barro.   Empujaba melancolía y soledad por entre zanjas y trochas  hasta que el dolor y la tristeza fueron testigos de su último aliento.

De chicha en chicha el animal ya alcoholizado le causó una muerte irreparable,   la muerte de un cuerpo recolector de naranjas, la de un cuerpo automedicado, la de un cuerpo con pena de amor.



lunes, 19 de noviembre de 2012


Hoy me despierto con ganas de comerme un chocolate.  Eso no es de sorprenderse, lo sé.
Lo que si sorprende es que me lo haya comido y que los demás no hayan encarnado el sentimiento de culpa que a mí no me invade y que ellos se apropian cada vez que llevo una masita de cacao dulce y deliciosa a mi boca.
Por esto he decidido que hoy es el día internacional del chocolate.
Y es que me parece increíble que anden engañando a la gente con tonterías y que sigan desconociendo que el cacao es uno de los productos más deseados mundialmente.

¿Cómo puede existir  el día internacional de la felicidad y no existir el día internacional del chocolate?
¿No es acaso lo mismo?

Propongo una celebración como Dios manda,  por lo menos de Argentina hasta acá,  en el norte han sido un poco mas conscientes de su importancia;   sacrifiquémonos en Suramérica en nombre de nuestras creencias,   porque si usted señor es capaz de hacer sacrificios permanentemente por su familia, por sus amigos,  por su iglesia y muchas veces siente que su esfuerzo no ha producido el resultado que esperaba,  es hora de que experimente una de las sensaciones más agradables para el ser humano.  Tiene que vivirlo, es una relación recíproca y leal.  Bueno reconozco que no todos pensamos igual y confieso que me sorprende lo civilizada que me he vuelto para respetar esa diferencia.

En cuestión de virtudes el chocolate es uno de los más generosos,   es bastante más fácil comerlo si se piensa en los beneficios que trae,  bueno para el sistema nervioso,   para la depresión,  para la producción de neurotransmisores relacionados con la felicidad, activa receptores que producen placer y lucidez mental, reduce la presión arterial, tiene una concentración de minerales alta y aporta hierro,  calcio, cobre y cromo,  aparte de las vitaminas.   Mejor dicho que no tiene.

Y no quiero que se piense que escribo esto con algún fin comercial,  no.   Dejé la producción de chocolates porque el ejercicio del control de calidad me estaba comprometiendo mis adicciones al trabajo y estaba manifestando mi incapacidad de compartir algo que solo quiero para mí .  Pero más allá de mi egoísmo  solo pretendo darme y darle a usted una autorización moral para que celebre a la altura ya que ninguna organización internacional se ha comprometido con la causa.     Cada año se celebra el día de la mujer,  el del niño,  el de la paz,  el del agua, etc. y no se celebra o por lo menos no formalmente,  el día del chocolate.

¿Somos acaso una minoría los que compartimos las ganas de vivir el chocolate?


Hoy quiero ser fiel a mis principios  comiendo,  tomando, untando, pintando, regalando, masajendo y utilizando este amor como mejor me parezca, sin remordimientos.

¿No haría usted un viaje de varias horas para besar una boca que sabe a chocolate?   yo sí.

Hago entonces una convocatoria mundial en este instante para quienes comparten este amor de calentura.   Convoco a  quienes disfrutan templándolo,  haciéndolo existir, a sus amantes, a sus amigos, a sus seguidores, a los que lo usufructúan o simplemente pierden el sueño sabiendo que está en la despensa.
 El chocolate llega endulzando todos los sentidos y no podemos desconocerlo,  el amor por el chocolate no es de minorías.  ¡FELIZ DÍA INTERNACIONAL DEL CHOCOLATE!
martes, 13 de noviembre de 2012
Los Perros de la Esquina estaban esta semana en la esquina de Corferias. Alberto estaba desde el 4 del mes de mayo puntual a las 10 de la mañana preparando perro con super salchicha, con queso, con papas, con cebolla, piña y hasta mora sin entrar en detalles de todas las salsas habidas y por haber.
Mariana su novia le había prometido acompañarlo hasta el 16 de mayo día en que se acabaría la Feria del Libro.
El plan para la Berta la mamá de Mariana no era el mejor,  su hija salida de cuarto rosa y pijama de Mickey,  con estudio en La Sorbonne de París,  ahora sentada encima de una canasta de botellas de gaseosa acompañando al novio.  Toda esa platica se perdió.
A Mariana le parecía terrible vender comida y mirar tanta gente hambrienta en la calle. Sufría con los indigentes, con los animales, con todos los seres que pasaban frente al carro con letrero "Los Perros de la Esquina" y si fuera por ella ese carro de perros ya habría quebrado porque se la pasaba repartiéndolos a diestra y siniestra a todo el que por allí pasaba con cara de haber tenido hambre.
La noche del 12,  Mariana y Alberto llegaron a su casa acompañados de un perro sucio de 10 centímetros de alto,   una especie de Bobtail miniatura,   un arrastrado y asquerosito canino al que no le cabía un dreadlock más en su diminuta existencia.   El cochino animal había estado cerca de Los Perros de la esquina toda la tarde disfrutando de los desfalcos que hacía Mariana para él.  Parecía no tener dueño y estar acostumbrado a no desperdiciar papayaso alguno en lo que a comida se refiere.
-Comida gourmet para el pequeño Chucky decía Mariana mientras le acariciaba su espantosa pelamenta.   Llenita la pancita y el corazón contento, el callejero no se quiso ir.
Pasaron la noche en vilo,   Alberto no pegó  el ojo con el Chucky inquieto,   desubicado y diarreico de tanto insumo clase alta.  Aullaba sin parar con la fuerza de un lobo como si esperara ser rescatado prontamente.
Siete noches lo tuvo Mariana en su cuarto  y parecieron mil.   Mil días en los que nadie reclamó al ovejero Chucky.   Mil días sin poder dormir.
-No lo podemos tener acá,  Mariana.  No me aguanto un día más a la chanda. Báñalo y déjaselo a Berta para que tenga algo que hacer y deje de llamarte todo el día -afirmó Alberto
-No se si mi mamá lo reciba- contestó Mariana
Las empleadas de doña Berta no habían logrado acostumbrar a Chuky a comer concentrado,   cuando ya estaban preguntando por él en Los Perros de la Esquina.
-Vengo por mi perro-   se oyó a lo lejos una voz ronca proveniente de un  individuo oscuro,  desaseado y oloroso.    Yo soy el dueño de Meme, la mascota que usted recogió.
-Ese perro no tenía dueño señor,  lo tuvimos varios días esperando que alguien lo buscara y nadie apareció,   ese perro cambio de gris a blanco,  está peluqueado y no se llama Meme,  se llama Chucky,  no creo que sea su perro- dijo Mariana
-Es mi perro,  yo tengo todos los derechos del animal,  responde a mi llamado y si tiene larga vida será conmigo.
-Señor que yo no he visto a su mascota, le aseguro que ese no es.   Más bien cómase este perro caliente que debe estar con hambre- dijo Mariana,  entregándole un perro caliente bien cargado
El hombre recibió el perro caliente y se fue diciendo en voz alta,  - Meme te voy a encontrar-.

Alarma en los Rosales,   se encendieron todas al tiempo.  A solo dos meses de la adopción de Chucky su dueño lo encontró y  acabó hasta con el nido de la perra.   Los vecinos dicen que se oyeron aullidos dentro y fuera de la casa durante un buen rato y a cambio del televisor,  computadora,  joyas, plata, vajilla y perro  le dejaron a doña Berta un perro caliente en la cocina con una nota.

-   Me llevo mi perro pero ahí le dejo el suyo.   Gracias por todo







domingo, 24 de junio de 2012



Ella entró temerosa al teatro. Alicia llevaba la vida de la marquesa de Larkspur Lotion en su propia espalda, la cargaba, la padecía.
Una obra corta de Tennessee Williams representaba un buen reto para volver a las tablas y si ya no había forma de vivir como los ricos, haría parte del grupo selecto de verdaderos artistas del país, que es lo mismo que decir: fundación teatral sin ánimo de lucro donde cada miembro se despoja de gran parte de sus vestiduras, incluyendo los zapatos, pone los pies en la madera, respira profundo, se deshace de las cargas y olvida que con suerte y juntando monedas completará un desayuno cada dos días.

Alicia respiraba una época crítica, varias promesas de amor fallidas, una con su primo hermano quien dejó de contestarle sus cartas de amor, otra con su primer esposo muerto en un accidente de carro por exceso de velocidad etílica y la última con su segundo esposo a quien decidió matar, en su cabeza, claro, en alguna de sus sesiones de psiquiatría, luego de que este la golpeara embarazada y se desapareciera durante años. A él le bastaron un par de meses en España para hablar perfectamente el castellano, con acento de Salamanca y todo, y vestido como un españolete, apareció para mostrarle a su nueva mujer sus criaturas, su ex esposa y el apartamento en el que supuestamente los tenía viviendo. Alicia se le tiró a la yugular pero a pesar de su gran fuerza y tamaño, Marcelo sobrevivió.

Pisó Alicia el escenario para ensayar y alzó la cabeza para dejarse encandelillar por las 12 luces y recordar los días en que tenía luz en su casa, luz propia, porque desde años atrás se las había ingeniado para robarla de algún lado. Alicia había pasado veinte metros de cable la noche anterior desde el garaje hasta su cuarto, veinte metros que le permitieron estudiar el libreto y solo esperaba poder prender la lámpara que conectó, una vez más.

Ella -dijo el director, hará el reemplazo de Margarita y será nuestra nueva señorita Hardwicke-Moore en esta temporada.

Terminado el ensayo se acercó un hombrecito tan grande como un centavo, un pedacito de macho con un libro de Balzac bajo el brazo que a duras penas podía cargar. Un enano como los de los libros de Rosa Montero, un ser fascinante, un liliputiense que llegó a ella persiguiendo el resplandor de sus gafas, esperando una mujer intelectual con quien entablar profundas conversaciones, competir en escena, y desbaratar una cama. Dos días después le mandó con el viento las palabras que Alicia necesitaba oir: " VOY A HACERTE LA MUJER MÁS FELIZ DEL MUNDO".
Dicho esto, Alicia preparó todo, su casa abriría las puertas a su pequeño generador de felicidad. Germán seria Gulliver en el país de los gigantes y Alicia se convertiría en la mejor Geisha latinoamericana. Llegó pronto un camión lleno de muebles tamaño toddler, una pequeña sala, una nevera miniatura, una pequeña biblioteca en donde solo cabrían 6 libros además del de Balzac y una colección de gafas para intelectuales.

Alicia calentó el agua y llenó la tinita en donde bañaba en las noches a sus hijos. Prendió la lámpara con luz robada y metió a Germán despacito consintiéndolo como al juguete más querido.
Exceso de espuma, exceso de masajes, una geisha de 1,80 sacando sus instintos maternales y una tina de bebe amarilla lograron hacer sentir al gran actor el ser más miserable y ridículo de la tierra. Germán salió como pepa de guama de la tina dejando el agua aún tibia.
-¿Qué pasa mi chiquito? déjame secarte y luego te visto. Te traje unas alpargatas de méxico que te van a encantar...
Germán se fue del país de los gigantes esa misma noche en el mismo camioncito en el que llegó, con su salita, su bibliotequita, su colección de gafitas intelectuales y unas alpargatas gigantes amarradas hasta la rodilla. Colgando del paral de la puerta trasera del camión se alejaba a la misma velocidad que había llegado. Con una pierna al aire como las hojas del libro de Balzac, renunciaba a la casa y a la vida de Alicia, el gran liliputiense.
Alicia lo recuerda de vez en cuando y su corazón chiquito se vuelve grande cuando mira el mundo desde abajo, como los pequeños.



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