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miércoles, 27 de octubre de 2010
Me llevo el porro a la boca, han pasado 11 años desde la última vez que fumé marihuana y ya ni me acuerdo lo que se siente.
En medio del humo veo pasar a Rodrigo, si que me gusta, llevo esperando este momento cinco años, cinco largos años de absoluto autocontrol. Bien hubiera podido acostarme con él hace un buen tiempo, si no tuviera estos conflictos en mi cabeza, si simplemente no me hubiera importado montarle cachos a Juan. A un Juan perdido y perro que me los montó con muchas, con las buenas y las feas, con las morrongas y las putas de verdad.

Que cantidad de humo siento en mi garganta, ahora baja mucho más fácil, no puedo creer que fume un cacho después de tanto tiempo, después de ser una mujer de la casa y madre de tres hijos. Que rico. Rodrigo camina por su apartamento con autoridad porque lo conoce bien mientras yo estoy sentada en un cojín, entre un rincón y una aventura.

RODRIGO: Pelo negro, piel trigueña, ojos verdes, soltero, sexy, erótico, apasionado, culto, 25 años, profesor de "sociología"

CLAUDIA: Pelo mono, piel blanca, ojos oscuros, recién separada, sexy, erótica, apasionada, culta, 32 años, alumna de "sociología"


Nos conocimos en la facultad de Derecho como Rodrigo y Claudia, como profesor y alumna en primer semestre. Hubo química desde el principio. Cada día era más evidente que mis intervenciones en clase engrandecían el gusto de Rodrigo por mí. Me celebraba los apuntes, me daba la nota más alta que sin duda alguna merecía, elogiaba a diestra y siniestra mis capacidades intelectuales y en los encuentros extra clases me echaba todos los perros. El pitbull directo a la vena aorta.

Los días en que la clase era un poco más tarde, yo no llegaba a tiempo y ese jueves no fue la excepción, la clase era a las 11 de la mañana y llegué un cuarto de hora mas tarde a presentar un examen que no sabía que tenía. Me senté y leí una única pregunta: ¿Que piensa usted del libro "BOLA DE SEBO"?.

¿libro?, ¿cuál libro? No había leído nada, la última semana había faltado a clase dos veces así que contesté lo que se me ocurrió, llené media hoja con lo que el título me sugirió pero al parecer el resultado fué más ofensivo que acertado.
Rodrigo estaba realmente enojado ¿cómo se atreve a venir al examen sin haber leído el libro?
Duramos ocho semestres sin hablar, cuando pasaba cerca ni me miraba a los ojos pero finalmente en el lanzamiento de su libro me escribió una dedicatoria:
"POR LO QUE ESTÁ POR VENIR, POR LO QUE ESPERO SUCEDA"

Lo llamo
-hola, soy Claudia

él contesta
-ya lo sabía

Todo estaba claro, la espera habrá valido la pena y con ganas reprimidas durante tanto tiempo, ahora si me lo echo a la muela ...EL SOLO, YO SOLA, LA CASA SOLA...a lo que vinimos.

Cada vez más humo, ya casi no lo veo pasar. Clavo mis ojos en el muro y de pronto Rodrigo se asoma con dos copas llenas de vino y me dice ¿estás bien? sí, creo que sí, contesté. Rodrigo se mete en la cocina mientras yo busco mi celular que suena y suena. Miro debajo de la mesa y solo sale humo, no esta mi celular, la mesa no se queda quieta, la luz morada se me clava en la pupila, mi celular suena y suena, levanto los cojines a ver si lo encuentro, pero nada. Me paro al baño dando pequeños pasos y empiezo a caminar en puntas como cuando estaba chiquita, camino por el borde del jardín de la sala, arranco una margarita que deshojo para ver si el hombre que no existe, el que espero, el que no llega... me quiere, no me quiere o mi vida le da igual. Mi celular suena y suena, ya no hay margarita, solo sus hojas que se pierden en las olas del tapete que antes era gris y ahora se torna azuloso. Hundo mis pies desnudos en las olas y siento las caricias del agua en mi piel, las disfruto cerrando los ojos, dejándome llevar. La marea se crece, me asusta, me envuelve y desesperadamente lucho por llegar a la orilla. Pero ¿cuál? si no existe la orilla, el agua se lleva mi ropa, me revuelca descalza, desnuda, mi pelo se enreda y empiezo a tragar agua sin parar. Se me atora la vida, se me atora el nado, y pierdo la batalla.

La luz entra por mi persiana y el celular suena y suena. Es Rodrigo para decirme que me perdí entre el porro y el vino. Que muchas gracias por todo, pero que espera que no se repita, que cuando recorrió mis orillas yo perdí la cordura.
Yo sencillamente no le creo. Mi batalla no fue con él y aunque no se bien lo que pasó y mi boca me sabe a vino estoy convencida que Rodrigo de la cocina no salió y que si estoy en mi cama es porque el mar me arrastró hasta acá.
Pasarán años, tal vez diez o más, en que recuerde con una sonrisa lo que no recuerdo.

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